Esta villa, situada en pleno casco urbano, es un claro ejemplo de la vivienda unifamiliar aislada con jardín urbano. La vivienda se dispone de forma horizontal, manteniendo la alineación de la calle. Tiene dos construcciones: la principal, de dos plantas rectangulares, y otra auxiliar, dedicada antiguamente a granero y cochera.
Emplea el ladrillo visto como elemento constructivo, incluso en la valla, dotándola del típico estilo neomudéjar de finales del siglo XIX y que en Villaviciosa podemos apreciar en distintas villas. Este ladrillo macizo de tejar crea volúmenes decorativos en cornisas, líneas de imposta, ménsulas bajo la cubierta, decora ventanas y, en la valla, configura las pilastras. Las escaleras de acceso a la vivienda y al jardín también están realizadas en ladrillo.
Respecto a su fachada, esta no guarda una simetría en la disposición de ventanas, debido a la existencia de un porche en su lateral derecho, cerrado con reja de hierro similar a la de la valla. Las ventanas son de madera y con contraventanas exteriores de librillo. La cubierta es plana, aunque posiblemente la original fuera inclinada.
Como curiosidad, esta villa fue una de las primeras casas de Villaviciosa en tener iluminación de gas.
Adquirida por Gonzalo López- Polín en la década de los años 80 del siglo XIX, la casa sigue perteneciendo en la actualidad a sus descendientes, la cual conserva toda la decoración interior con mobiliario y objetos de la época, destacando la biblioteca de gran valor documental y un salón de estilo isabelino.
Gonzalo López-Polín desarrolló varios escritos dedicados a Villaviciosa entre los que se encuentran:
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“Postales de mi pueblo”, escrito en 1910 y donde, a través de veinticuatro postales, describe la vida cotidiana de Villaviciosa, sus lugares, rincones y sus gentes.
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“Recuerdos de mi vida”, de 1926, donde narra sus experiencias viajeras y describe paisajes, pueblos y ciudades, destacando el capítulo III del libro I, dedicado a sus vivencias de niñez en Villaviciosa, pudiendo conocer las costumbres de la época.
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“Historia de un Árbol”, también de 1926, y que fue su obra más importante. Con este escrito, pretendía inculcar a los niños, y a cualquier otro lector, su amor y preocupación por la naturaleza, enseñando a respetarla por medio de una fábula, cuyo protagonista es un olmo centenario. Este pequeño libro se regaló en la primera celebración de “La Fiesta del Árbol” de ese mismo año y fue precursor de esta celebración, implantándose con el tiempo en otros lugares de la geografía española.